Lo primero es afirmar que si la élite no hubiese construido la Nación, se le hubiese derrumbado el Estado. Entonces, para estos fines se necesitaron dos roles: 1.- Los gestores: constructores de la nación política 2.- El agregado social: constituido por quienes sienten la identidad nacional, por la presencia de factores simbólicos, míticos, etc. De este modo se forma la nación cultural chilena que pertenece a la comunidad, cuyas implicancias se relacionan con el sentido de pertenencia mediante el territorio, el pasado común y las prácticas sociales. Con el proyecto de la élite del siglo XIX se consiguieron individuos leales, obedientes e incluidos. El ideal de los grupos dirigentes fue posible entre otros factores, porque estos no se alejaron del pueblo, pudiendo traspasar sus aspiraciones; ejercieron un control presencial ya sea en la hacienda o la mina, y además convencieron de la predestinación a gobernar. Otro de los factores vitales fue la educación que le cooperó al Estado a forjar una identidad nacional y un sentido de nacionalidad. Los procesos de construcción del Estado y la Nación en nuestro país, se iniciaron tan pronto concluyó la independencia. Los grupos dirigentes comprendieron que la creación del Estado era fundamental para darle forma y sacar adelante sus proyectos tanto políticos como económicos. Asimismo, sobre la base de esos proyectos se iniciaría también el proceso de construcción de la nación. Con prontitud se percibió que el Estado era fundamental para resolver, al menos, dos cuestiones básicas. En primer lugar, articular nuestra economía a los circuitos más activos del capitalismo decimonónico y, en segundo lugar, establecer algunos principios de intervención y control sobre la población para facilitar esa articulación. Según el diagnóstico del país en la época, Chile contaba con muchos recursos, por tanto, se habló de su naturaleza fecunda. No obstante, no se estimó lo mismo de su población. Entonces, entre las soluciones que surgieron, se encontraron las de concentrar el poder a través de un gobierno unitario y centralizado; poder desarrollarnos con proyectos propios e individualistas, en el sentido de desestimar cualquier proyecto común en la región sudamericana; aprovechar nuestras riquezas por medio del modelo de crecimiento hacia fuera (exportaciones); utilizar la educación como la herramienta más poderosa para transformar a la sociedad, trayendo profesionales desde los mejores países de Europa (Francia, Gran Bretaña, Alemania); finalmente, había que fijar con énfasis la mirada hacia Europa, pues era el mejor modelo a seguir, a juicio de los europeizados grupos dirigentes.
lunes, 3 de noviembre de 2008
Alcance sobre la Nación
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario